Quisiera frecuentar a mi padre. Así podríamos remembrar nuestra afición a Jackson.
Sin importar la paradoja, MJ es parte de mi infancia, de los únicos y más fuertes lazos que -endebles- me unen a mi padre.



















Sin padre, 41.5% de los hogares mexicanos




(Veintisiete, veintiocho, veintinueve años... Una edad poco adecuada
para morir. Los poetas mueren a los veintiún años, los revolucionarios
y las estrellas de rock, a los veinticuatro. Una vez superada esa edad
parece que, de momento, estés a salvo. Como mínimo, eso es lo que
presupone la gente. Ya habrás dejado atrás la legendaria curva
fatídica, ya has cruzado el túnel lúgubre y oscuro. Tienes por delante
una recta autopista de seis carriles por la que (aunque no te apetezca
demasiado) puedes volar hacia tu destino. Te cortas el pelo, te afeitas
todas las mañanas. Ya no eres poeta, ni revolucionario, ni estrella de rock.
Ya no duermes la borrachera dentro de una cabina telefónica,
ni bebes hasta perder el sentido, ni escuchas ningún LP de los Doors
a todo volumen a las cuatro de la madrugada. Has suscrito un seguro
de vida por conveniencia, has empezado a beber en los bares de los
hoteles, desgravas de los impuestos la factura del dentista. Porque tú
ya tienes, veintiocho años.)



Murakami
en
Sauce ciego, mujer dormida.

Encontré la colección de zapatitos que usé hace veintidós años:



Zapatitos formales:


Zapatitos para hacer ejercicio:


Sandalias para la calor:

OMG! Wally gave me the cutest Domo-kun ever!!


Fluffy de a netas, no como los que venden en Coyoacán.



It's poseable!




Cuatro días más y el semestre será pin-pon-papas.

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