Me gusta hablar, lo hago a rienda suelta con personas cercanas, de lo contrario, lo más probable es que esté contando mentiras. Quisiera poder escribir tanto como hablo, pero me lo impide ver luego lo escrito -que conjunto de porquerías- pienso. Me gusta edificar mis opiniones y lo que más me gusta de todo es tener respuesta, que alguien se interese en contestar cualquier plática sugerida (por mi, obvio) es lo mejor que me puede pasar en el día.

Si fuera a propósito no me dolería tanto, pero todo lo que deviene del proceso me resulta inquietante. Pierdo a las personas de un dìa para otro, aunque en la mayorìa de los casos "se ve venir". De pronto se me caen de la bolsa, se me pierden en una llamada, en una fiesta o en cualquier día de clases. Luego de un tiempo, veo sus nombres en línea o pasan cruzando una calle en el centro y me descontrola no saber qué hace que las cosas grandiosas que pasan entre las personas se olviden, hasta con empeño, con tal de no aceptar las culpas.
Por eso después, como si nada, las felicitaciones de cumpleaños derrochan sinsabores, entre tanto lost & found.

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