Es mil novecientos noventa y ocho, mi tatarabuela Aurora está en su ataúd mientras una veintena seguimos en aquella pequeña funeraria de Santa Bárbara. La tía Boris toma asiento junto a mí para verme directamente a los ojos
— No se duerma, tómese esto que todavía falta un rato —
Me entrega entonces un caballito de tequila que mientras baja por mi garganta revienta mis oídos explicitando los decibeles de aquel lugar. La tía Boris tenía razón, todavía faltaba un rato.
De todas maneras te quiero y espero que me compenses con una guama. :)